La educación podrida
Salvador Camarena
El niño reprobado tiene un profesor corrupto, o uno que nunca ha visto pero que cobra sin ir al aula durante años. El adolescente mexicano posee conocimientos que en otro país dominan niños dos años menores que él. El jovencito mexicano de hoy es igualito al del inicio del milenio; mientras otras naciones han aprovechado la década, México sigue con las mismas taras que en el año 2000. El infante mexicano al que los políticos ahora quieren obligar a terminar la educación media tiene computadoras que están conectadas a la nada, y un ministro de Educación que no sabe cuántos profesores hay y que pide ver el vaso medio lleno luego de que la Prueba PISA de la OCDE nos entregó el reporte del fin de cursos: somos país nivel 2 de 5 posibles.
Vistas por separado, distintas noticias dadas a conocer esta semana en México son cada una por sí mismas postales del desastre educativo mexicano. No muy distinta es la realidad, por lo menos si de irregularidad hablamos, en Hidalgo: políticos opositores acusan que la nómina de maestros en ese pobrísimo estado siempre gobernado por el PRI está repleta de aviadores, de gente que cobra pero que nunca enseña, que nunca aparece. Estas dos informaciones estaban hoy en las primeras planas de El Universal y Reforma, respectivamente.Y son explicaciones no pedidas a la información que todo México supo el martes: la más reciente evaluación de la OCDE nos pone con 425 puntos en Lectura (en el año 2000, sacamos 422), con 419 en Matemáticas (en 2000, 422) y con 416 en Ciencias (bajamos de 422 que obtuvimos en 2000). El promedio de los miembros de la OCDE fue de 496 puntos de 700 posibles.
Para rematar, esta misma semana supimos que luego de gastar casi 3 mil millones de Euros (45 mil millones de pesos), el Estado Mexicano ha desechado Enciclomedia (un sistema de terminales computacionales que fue regalado al gobierno federal, y mediante el cual se integran los contenidos de los libros de texto obligatorios con herramientas multimedia, al tiempo que permite enlazar a todas las aulas en zonas remotas, rurales e indígenas incluidas). Lo desecha y fracasa un programa piloto del nuevo sistema, que quién sabe cuándo estará listo: por ende, menos herramientas = a más atraso.
Alonso Lujambio cumplió esta misma semana 20 meses como Ministro de Educación. Ha reconocido en público que no tiene idea precisa de cuántos maestros hay en México, de esos que en realidad tienen en su mano un gis, a su espalda un pizarrón y frente a sí, alumnos. Dice que los resultados de PISA indican que vamos en el camino correcto y que no le toca a él resolver si un corrupto cobra como profesor. O sea, que él, cool, como se dice ahora. Quizá tenga razón. Pudiera ser verdad que él está haciendo lo que puede, el tiempo dirá si fue suficiente, incluso para un ex académico de prestigio como Lujambio.
El 25 de octubre pasado estuve en la moderación de una mesa sobre educación del coloquio Clase 2010. Había casi cuarenta mexicanos --desde empresarios hasta legisladores-- involucrados en la educación. Al final del ejercicio les pregunté a quién consideraban responsable del desastroso nivel de aprendizaje de los niños mexicanos: al gobierno, al sindicato y su dueña, o a la sociedad. Ellos, que eran abrumadoramente ajenos al gobierno, reconocieron que quien menos ha hecho para que esto cambie es la sociedad. La sociedad que tolera profesores falsos, e incluso corruptos.
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